domingo, 13 de febrero de 2011

YOGA

Hoy en día, que estás proliferando tantas modalidades de yoga físico es más necesario que nunca delimitar lo que es el auténtico hatha-yoga, toda vez que éste no puede entenderse si no implica la psiquicas y por ello es una elevada técnica de trabajo consciente sobre el cuerpo y aunque mal llamado yoga físico es en realidad yoga psicofísico. Si cualquier modalidad de yoga físico no implica la consciencia, la psiquis y el trabajo interior, no es verdadero hatha-yoga, sino un sucedáneo del mismo, donde se puede convertir el yoga en una mera gimnástica o en el peor de los casos en un culto al cuerpo y por tanto a la imagen del “campeón”. En este último caso en lugar de menguar el ego, éste se fortalece y exacerba. No se trata solo de mejorar la salud física y flexibilizar el cuerpo, sino de abrillantar la consciencia y cultivar la atención, por lo que el cuerpo se torna herramienta para trabajar sobre la mente e ir acelerando la evolución consciente. No hay yoga sin consciencia; no hay yoga sin atención. La obsesión por cuidar el cuerpo y alcanzar longevidad es otro apego, y no menor. En el hatha-yoga hay un antiguo adagio que reza: “Por la conquista del cuerpo a la conquista de la mente”. Y todas las técnicas y procedimientos del hatha-yoga, sin excepción, tratan de otorgarle calma y lucidez a la mente y de poner el cuerpo – que es la base de la pirámide humana- al servicio del desarrollo interior y el dominio sobre la mente. Para que el hatha-yoga reporte todos sus beneficios hay que trabajar en tres niveles::
-       El somático, mediante los métodos psicosomáticos que actúan sobre el cuerpo y todas sus funciones, aparatos y sistemas.
-       El energético, a través de la atención a la respiración y las técnicas de control respiratorio, influyendo son solo sobre el cuerpo físico, sino también sobre esa contraparte que el cuerpo pránico o energético.
-       El mental, utilizando las técnicas del hatha-yoga para estar muy vigil, ensanchar la consciencia  y combatir los automatismos mentales.
   Solo puede hablarse de hatha-yoga si se trabaja en esas tres esferas del ser humano. El trabajo consciente sobre el cuerpo conduce a una mente más alerta, lúcida, concentrada y mejor encaminada.
   El hatha-yoga es una modalidad del yoga, o sea es yoga, y no hay yoga que no pretenda ir paulatinamente frenando el pensamiento incontrolado y consiguiendo un estado de atención serena y penetrativa, capaz de ver más allá de las apariencias. El hatha-yoga, por tanto, es trabajo interior y sus técnicas se ponen al servicio del crecimiento interior y la contramecanicidad. Este carácter de contramecanicidad del hatha-yoga les pasa a muchos desapercibido y entonces esta modalidad yóguica pierde su real significado o en el peor de la casos se convierte en un método simplemente corporal o incluso deportivo.
   La mecanicidad duerme al ser humano. Todos estamos guiados (habría que decir malguiados) por nuestros condicionamientos no solo externos, sino internos. Esos condicionamientos son llamados por el yoga “samskaras” o sea tendencias subliminales o impresiones inconscientes, que nos roban la libertad interior y no someten a servidumbre. La consciencia de la mayoría de las personas está en un estado crepuscular; se encuentra embotada, víctima de una especie de sonambulismo o narcosis. Como pensamos, hablamos y hacemos mecánicamente, des un yo-robotizado, cada vez tenemos una consciencia más dormida o hipnotizada. Es más fácil hacer todo mecánicamente que conscientemente y eso intensifica nuestro sopor psíquico y nos convierte en máquinas.  Pero desde los primeros tiempos ha sido una constante en el yoga procurarnos enseñanzas y métodos para refrenar el yo-robótico y cooperar en el despertar de la consciencia. El hatha-yoga no es una excepción; de lo que otros llamados yogas o yogas sucedáneos no se ocupan, el hatha-yoga lo hace inquebrantablemente.  Hay que darle la batalla al sueño psicológico.; hay que despertar. Las técnicas del hatha-yoga colaboran en el despertar de la consciencia, porque sus métodos exige, si se ejecutan correctamente, una actitud de contramecanicidad y máxima atención. Pongamos algunos ejemplos ilustrativos.
   En la vida ordinaria uno se mueve constantemente y de modo incontrolado. Las posturas del yoga nos exigen movimientos lentos y muy conscientes, y en el hatha-yoga esquemas posturales estáticos para interiorizarnos y trabajar la consciencia. Durante el asana hay que estar muy alerta, y acompañar a la atención de ecuanimidad y del esfuerzo consciente y correcto. Hay que vivir cada presión, cada estiramiento y masaje, cada movimiento por imperceptible que sea, la respiración y el asana en sí mismo. No se trata de pensar, sino de sentir, y sentir desde lo más hondo. El asana es así un método de contramecanicidad. 
   En la vida común respiramos de una manera muy mecánica; algo respira por uno. En el hatha-yoga hay buen número de técnicas de control respiratorio para respirar conscientemente e incluso utilizar la respiración como herramienta para frenar los automatismos mentales y ensanchar la consciencia. El pranayama –y sobre todo el tiempo de retención- es una técnica de contramecanicidad, donde se trata de acallar los pensamientos, toda vez que como reza la antigua instrucción: “Donde los pensamientos cesan, se revela la luz del ser”.
   De ordinario estamos tensos y contraídos, pero la relajación nos induce a estar distendidos y relajados. En la vida diaria nos movemos compulsivamente, pero la relajación nos entrena para la inmovilidad. Así la relajación consciente se torna también una técnica de contramecanicidad.
   La mecanicidad abotarga y duerme. La contramecanicidad despeja y despierta.
   Las diferentes ramas del yoga van trabajando sobre alguna de las esferas o planos del ser humano. Así como el karma-yoga lo hace sobre la acción o el gnana-yoga sobre el discernimiento o el bhakti-yoga sobre la energía  devocional, el hatha-yoga lo hace sobre el cuerpo pero para ir más allá del cuerpo y utilizar le cuerpo como una escalera para llegar a la mente clara.
   El yoga no es una gimnasia sofisticada. No es una mera actividad física. No es la sobrevaloración del cuerpo por el cuerpo mismo. No es una actividad deportiva. No es apego a las sensaciones corporales. No es mecanicidad  gimnástica. No es un culto aferrante a un cuerpo que inexorablemente declinará y morirá. No es contorsionismo  (pues además cualquier contorsionista le daría sopas con hondas al más diestro hatha-yogui desde lo que es el puro contorsionismo). No es deporte. No es competición. No es solo lograr un cuerpo más esbelto, y flexible.
   El yoga es la armonización del cuerpo y la mente; la unión del consciente y el inconsciente; la perfecta conjunción de los contrarios mentales para obtener una consciencia más lúcida.  Los que verdaderamente quieran el yoga, vayan al genuino yoga; los que no, acudan a sus cada día más innumerables sucedáneos, porque llegará un momento que se proponga hacer yoga con paracaidismo o practicarlo en cámaras de oxígeno puro o ejercitarlo a temperaturas irracionalmente bajas o irracionalmente altas. En fin, mi querido y respetado lector, que hay un antiguo adagio que merece la pena recordad: “A cada gusano su gusto; los hay que prefieren las ortigas”.
Seguiremos con el tema. Mientras tanto, no deje de practicar. El sadhana (adiestramiento) es lo único esencial, porque es la barca para desplazarnos de la orilla de la oscuridad a la de la luz, de la de la servidumbre a la de la libertad.

                                                                                                       Ramiro Calle

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